Zero Trust en gobiernos: de la urgencia a la implementación estratégica

Por Jim Richberg
Jim Richberg es Director de Políticas Cibernéticas y CISO Global en Fortinet.
Jim Richberg es Director de Políticas Cibernéticas y CISO Global en Fortinet.

El sector público enfrenta un dilema: debe modernizarse tecnológicamente sin comprometer la seguridad.

En un entorno cada vez más expuesto a amenazas sofisticadas, adoptar el modelo de seguridad Zero Trust ya no es una opción para los gobiernos: es una necesidad urgente. La arquitectura tradicional de seguridad en red, basada en perímetros confiables, ha quedado obsoleta frente a ataques como el de SolarWinds, que demostró la fragilidad de la cadena de suministro digital incluso en entornos críticos.

Zero Trust —o confianza cero— propone un principio contundente: nunca confíes, verifica siempre. Para agencias gubernamentales, esta filosofía se traduce en una protección continua que exige validación constante, autenticación rigurosa y acceso mínimo, incluso para los usuarios ya identificados.

Ciberseguridad gubernamental bajo presión

El sector público enfrenta un dilema: debe modernizarse tecnológicamente sin comprometer la seguridad. La adopción del trabajo remoto aceleró este desafío, exponiendo vulnerabilidades en aplicaciones sensibles a la latencia y redes diseñadas para un mundo ya inexistente.

Muchos organismos aún enrutan el tráfico de sus usuarios remotos hacia centros de datos propios en lugar de usar puntos de acceso en la nube cercanos. Este enfoque añade complejidad, eleva costos e impacta negativamente la experiencia del usuario. Aquí, Zero Trust, combinado con tecnologías como SD-WAN y servicios en la nube, permite una conectividad fluida y segura sin importar la ubicación de usuarios o recursos.

Del escepticismo a la acción

Durante años, incluso dentro del gobierno, prevaleció el escepticismo: se pensaba que Zero Trust no era viable a gran escala. Sin embargo, mi experiencia en el sector privado demostró lo contrario. Empresas tecnológicas ya ofrecen soluciones maduras para casi todos los componentes del modelo Zero Trust. Además, muchas organizaciones —desde empresas multinacionales hasta agencias medianas— han implementado exitosamente estas estrategias.

El aprendizaje es claro: no hay que reinventar la rueda. Los gobiernos pueden beneficiarse de la innovación del sector privado, adaptando soluciones existentes a su propio contexto presupuestal, normativo y tecnológico.

El reto de la interoperabilidad

No todo es positivo. La falta de interoperabilidad entre proveedores y soluciones fragmentadas dificultan la implementación fluida de Zero Trust. Esto enfatiza la necesidad de una industria más colaborativa, que priorice estándares abiertos y puntos de integración comunes, especialmente en lo que respecta a la aplicación de políticas de seguridad.

Además, Zero Trust no es solo un tema técnico, sino también organizacional y cultural. Requiere liderazgo activo, evangelización interna, educación constante y una narrativa clara sobre los beneficios que ofrece, incluso para el usuario promedio. Zero Trust, bien implementado, no solo protege: habilita la productividad y minimiza riesgos humanos.

¿Por dónde empezar?

Cada organismo debe trazar su propio camino hacia Zero Trust, alineado con su hoja de ruta tecnológica. Si una agencia está renovando su sistema de gestión de identidades, ese puede ser un punto de partida lógico. Si el foco está en la visibilidad y control del tráfico, quizá convenga comenzar por políticas de segmentación. El modelo no es prescriptivo, es adaptable.

Lo esencial es tener claridad en el destino —una infraestructura resiliente, flexible y segura— y comprometer a todas las áreas, desde TI hasta los niveles ejecutivos.


Perfil en LinkedIn | [email protected]


También te puede gustar