Cuando más mujeres postulan a vacantes tecnológicas, las compañías acceden a un universo ampliado de talento con habilidades complementarias, perspectivas distintas y estilos de liderazgo que responden mejor a un entorno digital complejo y colaborativo.
El sector de tecnologías de la información ha sido, durante décadas, territorio predominantemente masculino. Pero ese panorama está cambiando —y no por inercia, sino por estrategia.
Aunque las mujeres representan apenas entre el 20% y 30% de la fuerza laboral técnica a nivel global (de acuerdo con IDC), cada vez más organizaciones reconocen que cerrar la brecha de género en TI no es solo un imperativo ético: es una ventaja competitiva.
En KTSA (KPMG Technology Services Americas), decidimos ir más allá y analizar nuestra propia data. En el último año, las postulaciones de mujeres a vacantes tecnológicas crecieron un 50%, pasando del 20% en 2023 al 30% en 2024. Este incremento no es casual: es el resultado de ajustar nuestros procesos de atracción con enfoque de género, revisar los sesgos en las descripciones de puesto y visibilizar referentes femeninos dentro de nuestras áreas técnicas.
Este crecimiento se ha hecho notar en funciones clave como compliance, análisis de datos, software testing, ciberseguridad y gestión de proyectos. Especial atención merece el campo de la ciberseguridad, tradicionalmente dominado por hombres, donde observamos un creciente interés y desempeño de mujeres con perfiles altamente técnicos y de liderazgo.
Más que cumplir con cuotas, se trata de rediseñar activamente los entornos para que más mujeres no solo lleguen, sino se queden y crezcan. Cuando más mujeres postulan a vacantes tecnológicas, las compañías acceden a un universo ampliado de talento con habilidades complementarias, perspectivas distintas y estilos de liderazgo que responden mejor a un entorno digital complejo y colaborativo. En un sector donde la innovación se construye a partir de la diversidad de pensamiento, desaprovechar ese potencial limita el crecimiento y representa una decisión costosa.
Por supuesto, aún existen retos. Las barreras estructurales —desde sesgos educativos hasta culturas organizacionales rígidas— siguen presentes. Por eso, el compromiso con la equidad de género no puede quedarse en los valores corporativos. Debe traducirse en políticas concretas, seguimiento de métricas y liderazgo con visión de largo plazo.
Estoy convencida de que construir equipos diversos no solo mejora la innovación y la productividad: enriquece la cultura. No se trata únicamente de abrir la puerta, sino de asegurar que haya una carrera posible al cruzarla.
La tecnología tiene el poder de transformar nuestro entorno, pero para que sea realmente revolucionaria, necesita ser construida desde la equidad. México cuenta con el talento y las capacidades para liderar este cambio. Nuestro desafío está en garantizar que la inclusión vaya más allá de una narrativa bien intencionada y se convierta en una práctica diaria que abra oportunidades reales para todas.