Waymo y el reto de enseñar a un auto a conducir en México

Por Guillermo Hernández Salgado
Un vehículo Waymo no solo “mira” el mundo; lo interpreta.
Un vehículo Waymo no solo “mira” el mundo; lo interpreta.

Hace 15 años, pensar en autos sin conductor sonaba a ciencia ficción. Hoy, Waymo —filial de Alphabet, la empresa matriz de Google— ya tiene robotaxis que circulan solos por San Francisco, Phoenix o Los Ángeles. Su misión es ambiciosa: crear el conductor más experimentado del mundo. Y lo está logrando, kilómetro a kilómetro, con una mezcla de inteligencia artificial, sensores y mapas 3D de precisión quirúrgica.

Pero más allá del asombro tecnológico, lo que Waymo representa es un espejo del futuro: un vistazo a cómo la IA empieza a tomar el volante de nuestras ciudades.


La magia está en los datos, no en las llantas

Un vehículo Waymo no solo “mira” el mundo; lo interpreta. Sus sensores LiDAR, radares y cámaras generan una visión de 360° que alimenta una red neuronal capaz de anticipar cada movimiento a su alrededor.
Es como tener un gamer experto al volante, solo que este nunca se distrae, no revisa su celular y toma decisiones mil veces por segundo.

Esa precisión ha permitido que el sistema se mantenga operativo las 24 horas en entornos urbanos complejos. En Phoenix y San Francisco ya hay usuarios que piden un robotaxi desde su app con la misma naturalidad con la que tú pides un Uber.


¿Y si Waymo intentara circular por la CDMX?

Aquí es donde el sueño choca con el pavimento mexicano. El reto no está en el algoritmo, sino en nuestra cultura vial.

¿Cómo interpretaría una IA un tope sin señalizar o un peatón que cruza sin mirar? ¿Qué haría un robotaxi frente a un “viene-viene” que te cobra por estacionarte? La conducción autónoma no fue programada para el caos creativo de nuestras calles.

Y si hablamos de infraestructura, la historia es parecida. Los mapas de alta definición que Waymo necesita costarían millones de dólares por ciudad, y mantenerlos actualizados sería un desafío constante frente a los baches, las obras y los semáforos tapados por árboles.


Más que IA, necesitamos leyes y confianza

El obstáculo más grande no está en los sensores, sino en el papel.
México no tiene un marco legal que defina quién es responsable si un auto autónomo provoca un accidente. Tampoco existen políticas de seguridad para proteger una flota que podría ser blanco de vandalismo o robo de sensores.

El futuro no depende solo de la tecnología. Depende de la confianza, la regulación y la educación vial.


El futuro llega, pero no para todos al mismo tiempo

Waymo demuestra que la conducción autónoma no es un experimento: es una industria en marcha.
Pero su llegada a México implicaría mucho más que importar autos inteligentes; significaría reinventar la forma en que entendemos la movilidad, la seguridad y el respeto al espacio público.

Porque antes de tener autos que se conduzcan solos, necesitamos ciudades que sepan convivir con ellos.

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