Tres años de IA generativa: cómo pasamos del “wow” al “no puedo trabajar sin ella”

Por Guillermo Hernández Salgado
IA Generativa

Más allá del hype, lo que realmente transformó la IA generativa es nuestra vida cotidiana.

Hablar de “tres años de IA generativa” puede parecer exagerado. La inteligencia artificial, como concepto, nació mucho antes de los chats, los avatares fotorealistas y las presentaciones automáticas. Pero es innegable que, desde noviembre de 2022, vivimos una aceleración que no tiene paralelo en la historia reciente de la tecnología. En tiempo digital, estos tres años equivalen a veinte.

Hoy, mientras escribo esta columna, tenemos modelos capaces de conversar, programar, diseñar, analizar contratos, generar videos en segundos y debatir con una soltura que habría escandalizado a los ingenieros de 2010. Y, sin embargo, el mayor cambio no está en la potencia de los modelos, sino en nuestra relación con ellos.


2022–2025: el periodo que redefinió la interfaz humana con la tecnología

Cuando OpenAI lanzó ChatGPT como un “research preview”, nadie imaginó que se convertiría en el nuevo estándar de interacción con las máquinas. Durante décadas nos acostumbramos a menús, formularios y manuales. Hoy, millones de personas en todo el mundo realizan tareas complejas simplemente pidiéndolo en lenguaje natural.

Lo que siguió fue un tsunami: GPT-4, Claude, Gemini, LLaMA, Midjourney, Runway, Sora. Modelos privados, públicos, de código abierto, híbridos. Cada semana, una actualización. Cada mes, un salto cualitativo. Cada trimestre, una categoría nueva.

Podemos discutir sobre cuál modelo es “mejor”, pero nadie puede negar esto:

La IA generativa dejó de ser una herramienta y se convirtió en infraestructura.


Un mercado multimillonario que creció mientras parpadeábamos

Las cifras hablan por sí mismas. No existe un “número oficial” del tamaño de la industria porque cada analista mide cosas diferentes: modelos, servicios cloud, GPUs, consultoría, entrenamiento corporativo. Pero incluso siendo conservadores, estamos hablando de:

  • 20 a 70 mil millones de dólares al año según diversas consultoras.
  • 33.9 mil millones de dólares solo en inversión privada en IA generativa durante 2024, de acuerdo con el AI Index de Stanford.
  • Un ecosistema que se expande hacia hardware especializado, GPUs de data center y copilots incrustados en casi todas las plataformas de productividad.

La conclusión es evidente:
La IA generativa ya no es un experimento; es una industria de alto impacto económico.


El verdadero cambio: cómo trabajamos, decidimos y creamos

Más allá del hype, lo que realmente transformó la IA generativa es nuestra vida cotidiana. Tres puntos lo explican:

1. Productividad aumentada

El “primer borrador en segundos” se convirtió en declaración de principios.
Lo que antes tomaba horas —un código, un reporte, una propuesta, un guion— hoy aparece en pantalla con un prompt bien escrito. Y sí, hay que editar, curar y validar. Pero el salto en velocidad es abismal.

2. Innovación empresarial acelerada

Las compañías dejaron de preguntarse si debían usar IA.
La pregunta ahora es: ¿cómo la implementan sin romper procesos, compliance o cultura interna?

En tres años vimos:

  • automatización inteligente,
  • asistentes para clientes y empleados,
  • análisis conversacional de datos,
  • servicios hiperpersonalizados.

3. Nuevos riesgos, más visibles que nunca

La IA generativa no vino sola. Trajo consigo desafíos profundos:

  • alucinaciones,
  • sesgos heredados,
  • impactos laborales,
  • consumo energético,
  • ciberataques asistidos por IA,
  • desinformación a escala industrial.

Las regulaciones avanzan lento, pero avanzan. Empresas como Anthropic introducen niveles estrictos de seguridad por categorías de riesgo. Gobiernos estudian marcos legales. Y la sociedad… apenas empieza a entender lo que está usando.


Tres años después: ¿en qué momento estamos realmente?

Hoy, la IA generativa está en la misma fase en la que estaba Internet en 1997:
claramente indispensable, profundamente inmadura y peligrosamente malentendida.

Se vislumbran tres tendencias inevitables para 2026–2030:

1. IA más integrada y menos visible

No la “abriremos”: estará en todo.
Autos, salud, educación, sistemas operativos, wearables, ciudades.

2. Trabajo aumentado, no sustituido

Los empleos no desaparecen, cambian.
La ventaja competitiva no estará en memorizar información, sino en saber trabajar con IA.

3. Debates éticos, legales y sociales más intensos

Responsabilidad algorítmica, transparencia, derechos de autor, deepfakes.
El reto no será tecnológico, sino humano.


Mi conclusión personal

En solo tres años, la IA generativa pasó del “wow, esto es magia” al “ya no puedo trabajar sin ella”. Este salto define no solo una época, sino una responsabilidad colectiva.

La pregunta no es si la IA reemplazará a personas.
La pregunta es si las personas entenderemos lo suficiente esta tecnología para usarla con criterio, con ética y con creatividad.

Porque, nos guste o no, la IA generativa ya es parte de nuestra vida.
Lo que falta —y lo que importa— es aprender a vivir con ella sin perder de vista lo esencial: que la inteligencia más determinante sigue siendo la humana.

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