OpenAI + NVIDIA: ¿el futuro de la IA en manos de dos gigantes?

Por Guillermo Hernández Salgado
gUILLERMO Hernández
Guillermo Hernández.

Cuando dos nombres tan pesados como OpenAI y NVIDIA anuncian que unirán fuerzas, no es solo una noticia de negocios: es un movimiento que puede cambiar la manera en que usamos la tecnología todos los días.

El acuerdo que presentaron OpenAI y NVIDIA a finales de septiembre de 2025 no es menor: hablamos de 10 gigavatios de poder de cómputo (imagina encender 10 millones de focos grandes al mismo tiempo). Toda esa energía estará dedicada a que los modelos de inteligencia artificial aprendan más rápido y resuelvan tareas más complejas, desde responderte un mensaje hasta ayudar a descubrir nuevos medicamentos.

Para quienes crecimos con la idea de que la IA era cosa de ciencia ficción, esto es como ver cómo el futuro se nos planta de frente. Sin embargo, la jugada tiene varias lecturas.

Por un lado, OpenAI asegura acceso a una infraestructura brutal para entrenar a sus próximos modelos, sin sufrir por la escasez de chips o la dependencia de proveedores poco confiables. Por el otro, NVIDIA garantiza que seguirá siendo el rey del hardware en un mercado donde Google, Meta o Amazon no se van a quedar de brazos cruzados.

Pero ojo: no todo es avance. Si solo dos empresas concentran el músculo tecnológico, ¿qué pasa con la competencia? ¿Con las startups que intentan innovar desde abajo? ¿Con los gobiernos que buscan regular el poder de la IA? La dependencia y la concentración de recursos pueden convertirse en un problema tan grande como el beneficio que prometen.

Lo interesante para nuestra generación es preguntarnos: ¿cómo impacta esto en nuestra vida diaria? Tal vez en poco tiempo la IA ya no solo escriba mejor que nosotros un ensayo, sino que también tome decisiones que afecten la economía, la política o incluso nuestra privacidad. Y ahí es donde toca levantar la mano y exigir que este poder se use con ética y transparencia.

La alianza entre OpenAI y NVIDIA no es solo un contrato de inversión. Es un recordatorio de que el futuro tecnológico ya no se construye en garajes, sino en acuerdos multimillonarios que definen quién tendrá la llave de la próxima revolución digital. La pregunta es: ¿seremos simples usuarios, o tendremos voz en cómo se usa esta inteligencia artificial que cada día se parece más a un nuevo sistema operativo de la vida?

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