Este fin de año, recuerda darte un espacio para ti

Por Nicolás Hauff
Nicolás Hauff, fundador y director de Fillgap.
Nicolás Hauff, fundador y director de Fillgap.


Así como tu negocio no se planea solo, tu vida tampoco.

A finales de año solemos hacer balances del negocio y planes para el siguiente año: ventas, márgenes, crecimiento, pendientes. Sin embargo, muchas veces omitimos hacer el mismo ejercicio con nuestra vida personal.

Por eso, antes de hablar de estrategias, proyecciones o herramientas para tu negocio, vale la pena detenerte en una pregunta más básica: ¿desde qué horizonte de tiempo estás viviendo tu propia vida?

Pensar en un plan personal no es un ejercicio de motivación ni una lista de buenos propósitos. Es una forma de ordenar decisiones. Y para hacerlo bien, es clave entender que no todas las decisiones se toman desde el mismo horizonte de tiempo. Confundirlos es una de las principales fuentes de estrés, frustración y desequilibrio.

Por eso, quiero invitarte a que reflexiones sobre tu vida en términos de cinco horizontes de tiempo:

El largo plazo: la vida que aspiras construir

El largo plazo no sirve para decidir qué haces mañana. Sirve para decidir quién quieres ser en el futuro. Pensar a 10 años te obliga a levantar la cabeza del día a día y preguntarte por el tipo de vida que quieres construir: tu nivel de libertad, tu relación con tu negocio, tu familia, tu salud, tu patrimonio y tu impacto. En este horizonte lo que importa es establecer el rumbo.

El mediano plazo: traducir tu aspiración en algo alcanzable

En el mediano plazo, tres años es un buen referente y conecta la visión con la realidad. Aquí la pregunta deja de ser “qué quiero algún día” y pasa a ser “qué es razonablemente alcanzable si hago bien las cosas”.

Este horizonte es clave porque evita dos errores comunes: vivir solo en la fantasía del futuro o quedar atrapado en la urgencia del presente. El mediano plazo convierte aspiraciones en compromisos.

El corto plazo: foco y prioridades reales

El corto plazo, típicamente un año, es donde la mayoría de los planes se rompen. No porque falte ambición, sino porque sobra dispersión. Aquí ya no caben diez prioridades. Caben pocas, y tienen que estar alineadas con los horizontes anteriores.

Un buen plan de corto plazo no es agresivo; es honesto. Reconoce límites de tiempo, energía, recursos y atención. Y, sobre todo, te obliga a elegir qué es lo que no vas a hacer.

El plazo inmediato: acción consciente

El plazo inmediato, 90 días, es donde tus prioridades se traducen en acción. Aquí no se trata de grandes ideas, sino de decisiones concretas: qué sí, qué no y para cuándo.

Este horizonte es poderoso porque reduce la ansiedad. No tienes que resolver toda tu vida ahora. Solo tienes que avanzar con claridad en el siguiente tramo.

El ahora: presencia y coherencia

Finalmente, está el ahora. Ese espacio que casi nunca se planifica, pero donde todo ocurre. El ahora es cómo vives hoy, cómo decides, cómo te conduces con los demás y cómo te tratas a ti mismo.

Puedes tener un plan impecable y aun así vivir desconectado.

El rol que eliges jugar en tu empresa

Cuando, como empresario, ordenas tu vida en estos horizontes, ocurre algo importante: dejas de reaccionar y empiezas a elegir. Eliges el rol que quieres jugar en tu negocio, en tu familia y en tu propia historia.

Este cierre de año es una oportunidad para hacer algo distinto. Antes de planear el próximo trimestre del negocio, dedícale tiempo a planear tu vida, para así armonizarla, no necesariamente alinearla, con la visión de tu empresa.

¿Cómo empezar?

Comienza por hacer un balance de cómo estás hoy en las distintas áreas de tu vida, compáralo con la vida que aspiras tener en el largo plazo y traza un plan, horizonte por horizonte, para llegar ahí.

Porque, al final, la claridad personal suele ser el punto de partida de cualquier resultado extraordinario y sostenible.

¡Felices Fiestas y mis mejores deseos para ti, tus seres queridos y tu empresa en 2026!

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