
En tiempos de prisa, quienes se atreven a pausar no se quedan atrás. Al contrario, son quienes terminan liderando desde un lugar más auténtico, claro y humano.
Hace unos años, escuché a un directivo decir: “Aquí no tenemos tiempo para coaching tenemos que trabajar y no creo que funcione”. Esa frase se me quedó grabada, reflejaba una creencia común, también resumía un malentendido profundo: pensar que el coaching es un es pérdida de tiempo, una pausa innecesaria en medio de la prisa por alcanzar resultados.
Hoy, después de haber acompañado a líderes, equipos y organizaciones en distintos contextos, puedo decir con certeza: el coaching no quita tiempo, lo devuelve; no distrae del negocio, lo potencia. Es una necesidad estratégica para quienes quieren construir empresas más conscientes, humanas y sostenibles.
Correr no es avanzar
Vivimos tiempos complejos, las empresas enfrentan presiones constantes: transformación digital, competencia feroz, cambios generacionales, crisis económicas y demandas sociales. En medio de esa vorágine, muchos líderes entran en “modo supervivencia”: resuelven, apagan fuegos, ejecutan y se pierden en la operación entre lo urgente y lo importante. Dejan de pensar, sentir y conectar.
He visto cómo equipos talentosos se estancan por falta de hacer un alto para conversar y comunicase para decidir puntos críticos para que la empresa avance. Cómo líderes brillantes toman decisiones en automático, sin ver el impacto humano.
El problema no es la velocidad, es la falta de claridad hacia dónde vas. Y es ahí donde el coaching hace la diferencia.
El coaching como pausa poderosa
El coaching no es terapia, ni capacitación, ni mentoría. Es una conversación profunda y estructurada que nos invita a mirarnos, cuestionarnos y decidir con mayor conciencia. Es una pausa intencionada para clarificar lo importante y actuar desde ahí, es encontrar otras opciones y posibilidades. Y eso cambia todo.
He acompañado procesos donde un líder que se atrevió a “pausar” durante una hora a la semana logró transformar la forma en que se relacionaba con su equipo. Pasó de controlar a confiar, de imponer a escuchar y como consecuencia, su equipo se volvió más creativo, comprometido y efectivo.
Otro caso fue el de una empresa que atravesaba tensiones internas difíciles de nombrar por la relación tan cercana, que no permitía compartir temas críticos para el negocio. A través de sesiones de coaching, comenzaron a hablar de lo que no se decía, a entender el origen de los silencios y a construir acuerdos enfocados a solucionar los temas importantes. El resultado fue más que operativo, estratégico.
¿Por dónde empezar?
No necesitas transformar toda la organización de golpe. Puedes comenzar por abrir un espacio para ti como líder. O invitar a tu equipo a tener conversaciones distintas. O explorar cómo sería formar una cultura de coaching que toque cada rincón de la empresa, no como moda, sino como filosofía.
Porque en tiempos de prisa, quienes se atreven a pausar no se quedan atrás. Al contrario, son quienes terminan liderando desde un lugar más auténtico, claro y humano.
Hoy más que nunca, el liderazgo necesita menos certezas y más presencia; menos respuestas automáticas y más preguntas poderosas; menos velocidad, y más sentido. El coaching ofrece justo eso.
¿Eres parte del sector tecnológico y estás buscando cómo alinear tu velocidad con claridad y bienestar? Tal vez lo que te falta no es una nueva herramienta, sino una pausa significativa. El coaching puede ser el punto de inflexión.