Las redes sociales pueden amplificar una marca, pero no la sostienen. Lo que sostiene un negocio —ayer, hoy y siempre— es la capacidad de generar clientes fieles, ventas sostenibles y márgenes saludables.
En el ecosistema digital, donde todo parece moverse al ritmo del trending topic, hay una verdad incómoda que muchos negocios prefieren ignorar: morir de likes es posible. Y no por exageración, sino porque confiar ciegamente en los números brillantes de las redes sociales puede convertirse en una sentencia empresarial.
Hoy, muchos emprendedores —desde quienes operan desde casa hasta quienes comienzan a escalar una pyme— ven crecer sus seguidores como quien observa subir la espuma del éxito. Likes, visualizaciones y seguidores parecen una validación inmediata, una palmadita en la espalda impulsada por dopamina digital. El problema es que esa sensación efímera no paga nóminas, no cubre gastos fijos y mucho menos garantiza ventas.
En marketing, estas cifras tienen un nombre preciso: métricas vanidosas. Son esos números que iluminan el ego, pero oscurecen la realidad del negocio. Dan una sensación engañosa de avance, mientras la caja registradora permanece desesperadamente en silencio, explicó Javier Zamora Saborit, director de la Maestría Oficial en Marketing Digital y Analítico de la Universidad Internacional de Valencia – VIU.
Muchas pymes celebran haber alcanzado los cien mil seguidores, pero cuando revisan sus ventas descubren que no se han movido ni un centímetro. Y no es raro. Una gran parte de esos seguidores puede ser falsa, irrelevante o proveniente de países donde la marca ni siquiera opera. Esfuerzo invertido, tiempo perdido y cero impacto real.
La pregunta obligada entonces es: ¿qué métricas sí importan? La respuesta es incómoda porque exige disciplina y madurez empresarial. Conversión, retención y retorno de inversión. Eso es lo que separa a un negocio que escala de uno que solo presume números huecos.
Aquí entra la métrica que debería presidir cualquier estrategia digital: el ROI. No es un concepto etéreo ni una fórmula reservada a expertos. Al contrario, se calcula respondiendo una sola pregunta: ¿lo que estoy invirtiendo regresa en forma de beneficios?
La ecuación es simple:
(Ingresos – inversión) / inversión × 100.
Si una marca invierte 2,000 dólares y genera ventas por 6,000, el beneficio real es de 4,000. Dividido entre la inversión y multiplicado por cien, el resultado es un contundente 200% de ROI. En otras palabras: por cada dólar invertido, la empresa gana dos más. Nada mal. Y sobre todo, mucho más útil que un millón de likes sin intención de compra.
La diferencia entre las métricas que venden y las métricas que seducen es abismal. No siempre ser visible equivale a ser rentable. De hecho, apostar solo por visibilidad es uno de los errores más frecuentes y costosos del marketing digital moderno.
El desafío para los emprendedores es brutal pero necesario: definir objetivos claros, medir lo que realmente impulsa el crecimiento y dejar de confundir aplausos con resultados. Las redes sociales pueden amplificar una marca, pero no la sostienen. Lo que sostiene un negocio —ayer, hoy y siempre— es la capacidad de generar clientes fieles, ventas sostenibles y márgenes saludables.
En un mundo que recompensa la inmediatez, la verdadera valentía empresarial no está en presumir popularidad, sino en construir rentabilidad. Porque sí: morir de likes es posible. Y la única cura es recordar que los negocios no viven de aplausos, sino de resultados.