¿Por qué las empresas que más crecen son las que mejor saben decir “no”?
Durante los últimos años he acompañado a muchos empresarios en sus procesos de crecimiento, y he visto un patrón que se repite una y otra vez: la dispersión es el principal enemigo del progreso.
Equipos talentosos, con productos valiosos y energía de sobra, terminan estancados simplemente porque intentan hacerlo todo. En cambio, los que logran escalar tienen algo en común: claridad de enfoque. Saben exactamente en qué son únicos y concentran ahí toda su energía.
Uno de los casos que más me inspira es el de Stephanie Breedlove.
Su idea no surgió de un estudio de mercado, sino de una necesidad personal. Al contratar a una niñera para su familia en los años noventa, se dio cuenta de lo complicado que era manejar la nómina doméstica y cumplir con todas las regulaciones fiscales y laborales en Estados Unidos. En lugar de resignarse, decidió resolverlo y ayudar a otras familias que enfrentaban el mismo problema.
Así nació su empresa: un servicio especializado para administrar la nómina de empleados domésticos. No era un negocio glamoroso ni masivo, pero sí extremadamente claro. El nicho podría parecernos demasiado pequeño. Sin embargo, Breedlove hizo lo contrario a lo que hacen muchos emprendedores: en vez de expandirse a otros servicios, profundizó su especialización y se volvió la referencia absoluta en su segmento.
Cuando en 2012 vendió su empresa a care.com por alrededor de 54 millones de dólares, los ingresos anuales eran de apenas 9 millones. Es decir, vendió en 6 veces ventas. Lo logró no por volumen, sino por enfoque: había construido un negocio tan claro, predecible y escalable que valía mucho más que su tamaño.
Crecer no es lo mismo que escalar
Muchas empresas confunden crecimiento con escalabilidad. Crecer significa aumentar resultados sumando más recursos: más gente, más productos, más inversión. Escalar, en cambio, implica aumentar resultados sin que la estructura crezca en la misma proporción.
En términos simples: crecer es lineal; escalar es exponencial. Y para escalar, se necesita enfoque.
Las empresas que logran hacerlo no son las que corren en todas direcciones, sino las que eligen con precisión un problema, un tipo de cliente y una propuesta de valor, concentrando todos sus esfuerzos ahí. El enfoque no es limitante; es multiplicador.
Los “hidden champions” y el poder del nicho
El economista alemán Hermann Simon estudió a cientos de compañías medianas que dominan su mercado sin ser conocidas por el gran público. Las llamó hidden champions: líderes globales en segmentos muy específicos, altamente rentables y con posiciones dificiles de replicar.
Estas empresas no buscan ser las más grandes, sino las mejores en su nicho. Tienen claridad absoluta sobre a quién sirven, por qué ganan y cómo mantienen su ventaja. No se distraen persiguiendo oportunidades fuera de su foco. Y en un mundo donde todos intentan hacer de todo, esa decisión se ha vuelto una ventaja competitiva brutal.
El concepto del erizo
Jim Collins, en su clásico Good to Great, usa la metáfora del erizo para describir a las empresas que logran pasar de buenas a extraordinarias. El erizo no es rápido ni astuto, pero tiene una gran estrategia: cuando lo atacan, se enrolla y se protege. Siempre hace lo mismo, pero lo hace mejor que nadie.
Collins explica que las compañías excepcionales encuentran su propio concepto del erizo, en la intersección de tres cosas:
- Lo que las apasiona profundamente.
- En lo que pueden ser las mejores del mundo.
- Lo que impulsa su motor económico.
Cuando una empresa logra definir y operar desde esa claridad, cada decisión estratégica se simplifica. Ya no necesita perseguir oportunidades; las oportunidades adecuadas la encuentran an ella.
El verdadero superpoder
El enfoque no es una moda ni un lujo de las grandes corporaciones. Es la única forma sostenible de escalar un negocio. El caso de Stephanie Breedlove, los hidden champions y el concepto del erizo apuntan todos a lo mismo: escala quien tiene claridad, no quien hace más.
Porque al final, escapar de la dispersión es el verdadero superpoder estratégico.