El 99% de las decisiones en la vida son producto de la emocionalidad y no de la racionalidad. Apartar las emoción de la toma de decisiones parece por momentos una batalla perdida; entre lo poco que podemos hacer, no para evitar sino para limitar su impacto en nuestra manera de enfrentar las cosas es recurrir a la planeación.
Al planificar establecemos algunos escenarios técnicos, gráficos o fundamentales que nos prepararan para saber qué hacer en caso de equivocarnos; nos ofrecen una vía para salir del atolladero.
Si no planeas en tener éxito seguro tus pensamientos te llevarán al fracaso y luego preguntarás que sucedió. Planear no únicamente tiene que ver con documentar objetivos se trata de ocuparse de llegar al resultado mentalmente y prevenir cualquier decisión que se tenga que tomar en el camino, aún en el caso de que las cosas salgan mal.
Cada vez que piense en ejecutar algo, evite ofrecerse excusas para fallar. Lo único que logrará será una buena actuación y autoconvecimiento de las razones por las que no logro el resultado esperado, compadeciéndose y echándole la culpa a factores externos.
En cualquier situación existen una serie de factores que cambian y están fuera de nuestro control, pero planeando puede ayudarse a que las decisiones emocionales se conviertan en racionales y se ajuste el rumbo o se aleje del proyecto original antes de que sea demasiado tarde.
No dejemos los buenos deseos en el zapatito, ¡Ejecutemos!, les deseo mucho éxito.